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¡Siempre estar ahí!

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(Versión de un cuento cuyo autor desconozco)

Cada año, los padres de Juan llevaban a su hijo en tren a la casa de su abuela para que pasase allí las vacaciones. Ellos tenían que trabajar y sabían que su hijo disfrutaba en aquel lugar del amor y la compañía de su maravillosa abuela, así como de la libertad que le proporcionaba aquel pueblo para jugar sin descanso. Juan adoraba estar allí.

Una vez que comprobaban que todo estaba bien, los padres regresaban en otro tren a la ciudad.

Pasados los años, cuando Juan había cumplido 12, les dijo a sus padres: «Ya soy mayor y me gustaría poder ir solo en el tren a casa de la abuela ¿Me dejáis? Como es natural, los padres intentaron convencerle de que no tenía edad suficiente para viajar solo, pero ante la insistencia del niño optaron por aceptar.

Acompañaron a su hijo a la estación y, mientras le llenaban de besos, le iban dando varios consejos. Juan, con cierta desesperación, les repetía: ¡Qué sí! ¡Qué ya lo sé! ¡No me lo repitáis más!

Finalmente, su padre, cuando el tren ya estaba a punto de salir le dijo: “Juan te pongo esto en el bolsillo por si, en algún momento, te sientes mal o estás asustado. Si lo necesitas míralo”.

Juan, subió al tren y se acomodó en el asiento; por primera vez está solo, sin la compañía de sus padres. Se dedicó a mirar el paisaje por la ventana, sin hacer caso del ruido que hacían unos jóvenes a su alrededor y comiéndose el bocadillo que su madre le había preparado. Fue entonces cuando entró el revisor y al verle le preguntó por qué viajaba solo, Juan le contestó con cierto miedo que sus padres le habían dejado. Sin más palabras, el revisor le devolvió su billete y se marchó.

Fue entonces cuando comenzó a sentirse mal; estaba asustado y triste al estar tan solo. Así que las lágrimas empezaron a salir de sus ojos. En ese momento recordó lo que le había dicho su padre sobre algo que le había puesto en el bolsillo y que debía mirar si se encontraba así. Juan buscó en su bolsillo y encontró un papel, lo abrió y decía:

«¡Hijo, estoy en el último vagón!»

Así es la vida. Hay que dar a nuestros hijos la libertad de volar por si mismos, pero siempre deben sentir que ESTAMOS AHÍ.

Pase lo que pase, tu madre y tu padre siempre estarán en el último vagón.

Corolario empresarial

Esto es Liderazgo. Hay que conseguir que las personas que dependen de nosotros decidan por ellas mismas, pero que eso nunca signifique que dejamos de apoyarles.

Pase lo que pase, un buen líder siempre debe estar en el último vagón.

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